miércoles, 2 de junio de 2010

Conversando con el Shala.

Que bien que hayas venido a despedir al tío Nashe. Cuantos años hace ya que no nos veíamos, nos acordamos mucho de ti, las pishuradas que hacías. Huicapiándonos, surcándonos por estas lomas o columpiándonos en los nogales; añañau, que tiempos. Hoy es diferente, aunque no parezca. Pero te voy a contar, para que te des cuenta. La cosa ha cambiado, ya no es como ñaupa tiempo de los taitas abuelos. Pero la historia se repite, con la misma laya, igualito no más, que le voy hacer. Si no machaco la tierra, quien pues me a de dar de comer. Y yo he nacido en estos campos. Aunque hoy es distinto; me cuentan que antes rezaban al taita amito para que haga llover; ahora ni caso nos hace, a de estar muy ocupadito, viejo también a de estar. No creo que se haya vuelto pendejo, porque de esos abundan hoy en día; ya no se sabe en quien confiar. Que el taitito pues me perdone, por decir tremenda barbaridad.

Me levanto bien tempranito, apenitas amanezca. Pero mi mujercita ya se me adelantó, todo tiluma esta en la cocina, atizando su tushpa con el soplete. Me acomodo al ladito, como quien mashaquea. Humeando esta mi cushal, huele rico, si no hay yapa, un ampesito me a de dar, con su caucamote bien reventao y un patecito de café. Ricaya que esta, como lo quiero a mi rajtrocita, bien alimentao me tiene. Pues tengo que cumplir con mis faenas y además me a de servir para que cuya cuya carapear en la noche. ¡Allallau!.


Cuesta arriba, me voy, largo largo; para llegar más rápido me pongo a cortar camino, algunas veces me topo con un añashue, que acurpado estando en su hueco, pishendo se va el condenado, hediendo deja toda la loma, hasta de lejos se huele al ashnacho ese. Hoy estos campos todo pelao están. Antes había montaña, bulla bulla con los cantos de los pájaros caminábamos; ni el pichucho ya quiere cantar, upacuento se ha vuelto; del mono, ni que decir, ñuno hay ahora, shaj shaj, saltaban por las ramas. Que malaya estos tiempos. El tío Nashe o el taita José te han de haber contao, lo que fue de estos montes. El amito mal nos a de pagar. Por eso cuando me muera, quiero que me entierren juntito al tío Nashe; él muy machote ha sido, dicen que ni el shapingo le espantaba; contaba que le ha lapeao duro al grajento ese alguna vez cuando lo encontró. Araray, que gran pendejo ha sido el tío. Si el taitito me desprecia, él me ha de cuidar, quien más pues ha de ser.


En una hoyadita he sembrado un pastito, ahí tengo dos toritos, que he sacau del cruce con un Brown swiss, los machillos, bien fuertes me han resultao. Arreando los llevo, hiladitos se van, cuesta arriba, donde tengo un roce en una laderita; quiero probar el terreno, ya pronto a de llover. Antes de empezar con la faena, voy armar mis bolitos de coca, para que me de fuerza, porque estos par de huevudos medio chúcaros todavía están; pero caracho, hacen una buena yunta.


Les tengo que colocar uno al lado de otro para uncirlos al yugo, que esta hecho de un buen nogal; los encajo a cada uno en su camella con su frontil de una caronita vieja, para que no se maltraten sus frentes y bien añudao con su coyunda de reata, que le mojao para cuando se seque, duro a de quedar, ni el mismo diablo le a de desatar. Luego, el timón lo he preparao de un buen palo, bien derechito de eucalipto; lo coloco en el barzón al centro de yugo, asegurao con su clavija, más con una reata. El arado esta hecho de tayo; cuando se le labra hay que tener cuidado, porque salta la azuela, duro es este palo. Lo tengo bien labradito y pulido, con su mansera suavecita para que no me salga más callos. La reja lo he comprao en Chacha, antes lo hacían los herreros, mejor eran esos, más nos duraban. Hoy todo es negocio pues. La reja lo ajusto con una cuña también de tayo, igual que las orejeras, para ensanchar el surco.


Un vez que tengo todo preparado, llevo a mi yunta a la parte más alta del terreno, para empezar allí, donde el suelo es duro y en la parte baja es suave, ahí más soseago se trabaja; por eso he de terminar allí. Eso no pasa cuando el terreno es plano. Clavo la reja en el suelo y luego aguijeo en el culo a mis toros. Quieren lanzarse de prisa los condenaos. ¡Bruto!, me pateo bien contra el piso y pongo todo mi peso en la mansera, para que no me hagan brincar estos pendejos. Le pongo punche carajo, les encamino bien derechito. En mi alforja, que llevo al hombro tengo la semilla, que de paso hecho en el hoyo que hago con el otro extremo de la guijada. Cuando el terreno es duro, curpa curpa sale la tierra, ya cuando llueve se ablanda. Para no hacer larga la faena, cantando voy surcando. Así no siento tanto el maltrato y de paso distraigo a mis toritos para que no se chucareen.


Usha toros uha
que se hunda el arado,
ábrete tierra, hazte surco
que la semilla haz de guardar,
tierra de mis campos
págame con tus frutos
no malayas mi suerte,
que la fuerza de mi trabajo
en pan se ha convertir.


Ayayay taitito
te tengo a ti y a mi campo
los dos no me han de fallar,
en mi casita abrigadita
debajo de las cushpiranas
mi huambrishpa cuya cuya
también me ha de pagar.


Así pasamos el tiempo acá, de sol a sol, o aprovechando las noches de luna, como alargando el día. Aunque maldiciendo esta vida, bien la pasamos, el pan no nos ha de faltar y en el calorcito de mi casa, las noches he de pasar. Y tu, condenado, de esta tierra no te haz de olvidar. Que otra vez cuando vengas con bastante guarapo te he de esperar; más viejo me haz de encontrar. Pero para darte un abrazo, las fuerzas no me han de faltar. El Shala.


¡Alalao!, mi tierra, mis campos, mi gente!. Siempre les he de extrañar.






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