martes, 24 de septiembre de 2013

Clausura....

Marino náufrago, sin barco
gaviota errabunda, sin mástil,
arena asaltada, invadida,
el sol ancla en el horizonte.
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En la arena nació un poema
y el mar enamorado
lame con su lengua de espuma,
orgasmo de remolinada arena .
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El sol se adormece escondido tras el horizonte,
una solitaria gaviota presurosa hacia el sur,
caracolas taladoras entre la rayada espuma de la playa.
Mis pisadas y todo eso quedó atrás…

Abajo del puente......

Arriba del puente, camina mucha gente, de prisa y de manera indiferente. Abajo del puente, son pocos y es mucha la miseria presente. Arriba del puente, va mi prima, mi sobrina, mi hermana y mi amiga, alguna de ellas llevan abrigo, pero ninguna siente frío. Abajo del puente hace frío, tal vez uno, tenga un calcetín que varo el río. Arriba del puente, pasa un Mercedes, o un Ford último modelo, y desde un Tico arrojarán al puente un pucho de cigarro. Bajo del puente, alguien recibirá ese pucho, que con poca suerte a de encender una fogata, que luego apagará la subida del río. Arriba del puente pasa el frutero. Abajo del puente, de vez en cuando el río arroja despojos. Arriba del puente estás tú, Abajo del puente, estará alguien, que no se acuerda ni de su nombre, ni mucho menos sabe de antojos.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Estampa a la orilla de un río (parábola).



El río corre rápido, el nivel del agua ha subido, y es luna nueva. Desde la orilla, un ramaje tendido lame la superficie, y a media rama, un atrevido gorrión anidó, al otro lado el campo habido; cómoda morada. Sobre el tronco hendido, descansa el espinazo de un labriego, que con pausada calma encaja el chufran en el calero; con agrietado párpado, agudiza una supina mirada sobre sus dominios, como si acertara el disparo en un ilusionado futuro. Del tronco al ramaje tendido una licósida araña ha tejido su hilo, y en esos tramos enredados, se lamentan prisioneros mosquitos. Qué, equilibrada estampa: plácido gorrión, sosegado labrador, complacida araña. Y el río corre, unas veces calmo, otras veces a torrentadas. El tiempo corre igual. 

Dependiendo como andes, sabrás como llegas al final…hay muchas formas de llegar, desnudo o ataviado. Pero no te olvides, da las gracias al final….por lo que fuiste.

Si estás seguro, no preguntes como llegar.

Caminando en Arequipa.........

Estoy extraviado, en las calles de este viejo pueblo blanco. Que en algunas arterias, como máscaras lunarejas el cemento suple al sillar, descontrolado y brutal, pero no compite con las cenizas fosilizadas de su volcán. Lleva en sus entrañas la fuerza de una erupción, por lo que se ofrece orgullosa y señorial. Una vez más, como un incógnito ermitaño volví a repasar sus calles, iluminado, empañado y petrificado, de esta noble ciudad blanca: Arequipa.

Me hospedé en un céntrico hotel, a un par de cuadras de la casa de Melgar. Tuve información, que muy cerca se encontraba el barrio de San Lázaro, el más antiguo de la ciudad, de calles angostas y casonas de sillar. Con la certeza de su cercanía emprendí camino. Luego de recorrer dos cuadras, y de algún modo para asegurar mi destino, atiné a preguntar a un peregrino caballero de saco y corbata, si estaba cerca a mi destino; por su apariencia mostraba confianza, de una respuesta acertada. Tenía pinta de un veterano empleado público, a bordo de jubilarse: de unos cincuenta y tantos años, pelo planchado y raya al costado izquierdo, zapatos corfan y mal lustrados. Su respuesta fue un chasco: desconocía del nombrado Barrio de San Lázaro. A tan desconcertante contestación, imaginé que éste hombre, no conocía más ruta, que el de su casa a su trabajo, y que su último tramo sería hacia su sepultura. Si lo hubiese preguntado por Pinnk Floyd, o cómo se arma un pitillo, hubiese con seguridad facilitado su respuesta. 

Continué mi camino. Avanzado unos metros, me topé con una agraciada jovencita, de atinadas medidas, pantalón jean ajustado, una blusita blanca de marcado escote, y pelo algo desordenado, al viento. Le dije: “niña linda, te agradecería decirme, cuánto me falta para llegar a San Lázaro”, este atributo de hueso y carne, y con poco seso, me respondió: “a usted ni un milagro lo resucita”, qué habrá entendido esta niña diminuta, …¿que yo fuese Lázaro? Sin bajar el ánimo, seguí con mi marcha; al llegar a una esquina, observé a un policía; ¡por fin!, exclamé con alegría. El me dará la respuesta, que me guíe a mi destino. El uniformado, titubeando, me dijo que le disculpara, no cuenta con una guía de calles. Tragué saliva amarga, bueno, estos son los policías de hoy,.. ¡Qué gendarmería!. Qué pasa si me hubiese topado con un “tira” (PIP), los policías de antaño, éste quizás hubiese sacado su “libreta de apuntes” (antecesora de una PC), con anotaciones de personajes ilustres y de desalmados, donde residen o de la ubicación de lugares con trascendencia; por seguro tendría gratificante complacencia. Bueno, a mal tiempo buena cara, me dije. Volteé en la siguiente esquina, tal vez cambiando de dirección, cambie mi suerte; a pocos metros de llegar a la otra esquina, una madura mujer de pelo cano, observaba hacia la calle, muy cómoda al pie del umbral de su casa. Aquí está el boleto de la suerte, pensé; al hacerle la pregunta, sobre el lugar donde quería llegar; con agraciada dulzura replicó, que volteando la esquina me dirán como llegar. Sorpresa, a la vuelta de la esquina, observé un llamativo cartel, apostado vertical a la pared, se leía: “Final Feliz”, me acerqué a la puerta, para preguntar y tener la certeza lo que anunciaba ese cartel, “Final Feliz”…una funeraria. ¿Habré salido esa mañana con el pie izquierdo?. Que importa, al final me di con mi gusto, llegué a mi clamada parada. Fue el premio que da el caminar seguro, sin presentimientos ni conjuros; sólo guiado por mi vocación aventurera y la fe a mis zapatos. Disfruté de la presa….ya servida en mi plato: El pintoresco barrio de San Lázaro, de pasajes y callecitas estrechas, de fachadas de sillar y apostados farolitos….justo espacio para disfrutar de mi estreches….. Lo que sigue, quedó como manjar en el alma. Amén.

Navegando.....




Las aguas de un río, vienen de algún lugar y estas van a la mar. Algunos ríos son navegables, así también el mar.


La vida es como los ríos y el mar. Discurre en el tiempo, vienen de algún lugar, y se van a otros. Se pasa de un tiempo a otro. Hay un pasado, el ayer; el presente, un hoy, y el futuro, el mañana. 

Un tiempo atrás. Llovía, en mi pueblo blanco. Las aguas discurrían por las calles, como si fuesen ríos. Por ellos navegaba un barquito de papel, sin nombre, sin patrón y sin bandera. Navegaba, aguas abajo. Las ondas de la corriente, eran como olas inmensas, para su pequeño casco de papel cuadriculado, y navegada hasta naufragar. 

Luego estas hazañas, recordé en sueños: Quise navegar, contra la corriente, como quien quiere regresar al pasado. Por más que se esforzó el barquito de papel, la corriente desacopló su cuerpo. El pasado es siniestro, queda varado, este no regresa. En el hubo de todo, dichas y desdichas. Nuestra experiencia. 

Se alistó otro barquito, de papel periódico, para navegar en el presente. Recorrió en la dirección de la corriente, colisionaba con cada obstáculo, con olas grandes, con el encuentro de otras aguas, en el cruce con otra calle. Así se deformó su débil cuerpo. Entonces me dije, que el presente, también es como este barquito. Comprendí, que en él, hay dudas, crisis, nostalgia; pero hay que persistir, hay que reparar, para no naufragar. 

Nuevamente construí otro barquito de papel, para navegar hacia el futuro. Embarcarme en el, con mi familia, mis amigos, con lo mejor que poseo. Para no perderlos jamás. Por más que se esforzó el barquito, fue inútil, no pudo llegar al mundo del futuro. Entonces, sucedió lo inesperado. Desde mi interior escuche una voz, que me decía: Por más que te esfuerces, no podrás llegar, de esa manera. El timón de tu barquito, está en tu corazón, en lo más íntimo de ti. Con el llegarás hoy, mañana es incierto








Caminos.....

Hay caminos solitarios,
pero no hay soledades, donde nadie se hace presente,
un bosque es música, cuando el hombre está ausente,
el arroyo corre calmo, sin irrupciones que la agiten,
un cervatillo pasta y un león reposa.
Una vez el hombre estuvo en el paraíso,
qué historia…..qué desperdicio.
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Camina,
Siente las piedras bajos tus pies,
la sombra que te da el follaje,
el aire fresco, con olor a musgo.
Mirarás el horizonte con alivio
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Siéntate a la sombra de un viejo árbol
no sólo encontrarás sosiego:
el musgo cubre su corteza hendida,
el polvo ha muerto, en su parte podrida.
más arriba esta la cicatriz del golpe de una hacha
y a sus pies unas sepas le han crecido,
a pesar de estar viejo, nuevas hojas le han salido.
Sueña al aire libre y en la clorofila,
hasta que te despierte el ruido de una sierra.
Habrás nacido de sus entrañas?
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Dieron doce campanadas, en el reloj de la iglesia,
no son sólo doce campanadas,
son doce sonidos equidistantes,
de otras doce distantes.
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Dime cómo caminas
y te diré con quién andas:
Si agudizas el horizonte,
sabrás quien viene.
Si atiendes tus costados,
tendrás compañía.
Si miras atrás con confianza,
sabrás quien te sigue.
No estás solo

Cosa de gatos.....


“Chiquito”, era un gato flaco de pelo colorado, que abandonó los techos para vagabundear a orillas del mar. Caminó perdido, de trecho en trecho, creyendo que dejó de amar. Se le ocurrió que aprendería a pescar, pero eso no era su oficio, tampoco estaba en su lar: “zapatero a sus zapatos” y “gato a sus pericotes ”. Entonces se dijo. Qué puede hacer un gato sin su gata, sino es echarse a la mar…..¡ah!, tampoco sabía nadar. Pues tirarse al agua, no es cosa de gatos. El tablado se le presentaba muy caro. Caminó pensativo, como un patrón varado. Pero este no tenía barco, ni puerto, tampoco era un naúfrago, y sin vela que le alumbre. Más bien un sol que le achicharre. Llegado el medio día, hambriento y sin destino, a la sombra de una roca fría se quedó dormido. Tal vez sueñe, que vive en otro cosmos, o en la gloria.

Pasaron las horas. Y el soñaba. Que una gata blanca, le hociqueaba, de los pies a la cabeza. Sintió sus bigotes que se cruzaban con los suyos, …!acércate más un poquito más, que quiero sentir tu aliento!, mascullaba,... dormido. Una fría ráfaga de viento, lo despertó. Ya era tarde, el cielo se había teñido de rojo. Para creer que no soñaba, abrió bien los ojos. Se encontró, en esa tarde roja, con dos medias lunas de unos labios rosas y unos ojos que no le dejaban de mirar. Y el mar, de un coletazo, se le hecho a la gata encima. Por fin Chiquito, dejó de soñar. Tremendo encuentro, fue gracia de la mar, o simplemente complicidad. ¡Despierta, despierta!, grito. Creyendo que alucina.

Ambos a la vez, se sacudieron el pelaje, para aparentar mejor el traje, y dar comienzo a la partida. Como toda fémina, asumió con ventaja, adelantándose en la presentación: Me llamo “Cola Blanca”. Perdóname, que esa no fuera mi intención. Más bien me dije, esto es una bendición. También se apagó la lumbre en mi hogar, y me viene para acá, para ver que puedo encontrar. Y es el oleaje, que me puso cerca de ti……¡dime!, qué más puedo pedir. Y el gato, con presuntuosa manía, le dijo: ¡deja ya, de insistir, que aquí, no hay despedidas!. Agradezco, más bien, tu compañía, ...... asumamos ambos este viaje.

Desde ese día, Chiquito y Cola Blanca, no tuvieron más hogar, que el cielo y ese mar, los parques soleados, o un rincón oscuro de la ciudad. Cualquier lugar es bueno, cuando uno sabe amar. Y adónde más se puede ir a soñar.....Pregúntales a los gatos, que te pueden ilustrar.

Abraza con tu sonrisa

No entiendo, esos cambios de vida. De estar por alguna circunstancias alejada de una persona y de pronto por alguna otra circunstancia tenerle nuevamente frente, y no poder expresarle, esbozarlo algún gesto amable o al menos una sonrisa. Una sonrisa, me parece que es la mejor manera de expresar nuestros sentimientos o un estado de ánimo. Una sonrisa dice mucho. Una sonrisa amplia, es un gesto libre sin limitaciones, una entrega a manos llenas, sin temores, sin tapujos. Una sonrisa a medias, es una caricia, que te indica sus miedos, y a la vez te incita a vencerlos, te llama, te abraza en silencio. Si tienes a alguien al frente, riele, véncele, abrázalo con tu sonrisa. Tendrás a alguien más en tu ejército de soldados sonrientes.

Encerrarse entre cuatro paredes, puede resultar desastroso y lastimero. Pero si entre esas cuatro paredes, tus recuerdos sanos te acompañan, recuerdas a tus amigos, a tu familia, a quienes quieres. Recuerdos felices. Entonces te darán ganas de salir de esas cuatro paredes, llevando como equipaje una sonrisa. Busca a quien regalar esa sonrisa. Una sonrisa simplemente te dirá quién eres. Y es bueno aprender a reír….. y reír bien. Serás tan pobre y tan desnudo, si no puedes dar una sonrisa. Esfuérzate por sonreír, vence tus miedos, tu sonrisa será abrazo. Busca abrazar con tu sonrisa, que recibirás otro abraso de vuelta. Una sonrisa sólo se paga con otra sonrisa. ¡Qué cuesta…………sonreír!.

Gracias….por reír conmigo. Un amigo, no se conquista con un buen vino, sino con una buena sonrisa.

A mis amigos.....

Mis amigos,.......esos condenados


Recordando a mis amigos. Me atrevo a preguntar, por aquellos que se fueron hace tiempo brindando por futuros de gloria. Por razones de distancia no los veo, pero de alguna forma están presentes. Pasó raudo el tiempo, pero se detiene o regresa de ilusoria manera. Los tengo muy de cerca, cuando repaso de memoria, algunos episodios que marcaron, que como relámpagos triviales, encendieron el alma a colores.

Como no recordar, las travesuras, las ocurrencias, las pishuradas compartidas. Desde la esquina del barrio, convertida en cazuela de recreo, en tribuna de gritos, de lisura y en trinchera de salvas de piropos. Ay!, en aquella esquina, no se escapaba ni mi prima, pasaba a tropezones, con los cachetes encendidos. Después de un tiempo, mi prima, reclamó por el autor de esos atrevimientos y sin aspavientos, le eché la culpa a mis amigos. Qué condenada, la peshuca de mi prima, señalar que se le fue la memoria. Cuando al pasar por su casa, miraba por el ojo del cerrojo ….qué lisura de mi prima, se le trancó su cerradura.

Y qué decir del viejo cura, mi vecino; cuando mis amigos a burla aventaban la pelota, con entusiasmada manera, levantaba la sotana, y de un buen puntapié lazaba el esférico a huerta ajena; y sin tiempo para el enojo, quedamos con la boca abierta, y con pena. Y el pobre cura, simulando una cojera, por su desbastada media suela, se perdió tras el umbral, dando un golpe a su tranquera.

Si enamoramientos se trataba, íbamos en yunta a la partida. Recuerdo que acompañé a uno de mis amigos, a enamorar a una solitaria vecina, que coexistía bajo la custodia de una treja doméstica. Esta curtida mujer era un estorbo para mi amigo, no ofrecía descuido, para un osado galanteo. Y acá venía mi parte, en esa tramada embestida; de un golpe apague la luz, para dar rienda a la merienda. Y la terca mujer, al restaurar la electricidad, tropezó con su pupila, banqueteándose con mi amigo; y como una cruel bandolera, a trancazos nos corrió. A pesar de tal brutalidad, persistimos con la apuesta y todas las intentonas terminamos de la misma manera. Pero más vence el ingenió, perfumado con Agua Florida, nos presentamos al ruedo. Igual como la vez primera, apague la luz, pero esta vez, de una “mucha” (beso u ósculo, para los que no entienden el lenguaje de los peshucos), me despaché a la gorila, y así terminó la fiesta, sacrificándome, por el bien de mi amigo.

Ahora mis amigos, se que están muy formales. Pero que les digo: que yo sigo siendo el mismo. Que no jodan mis amigos. Pues si se animan iremos de nuevo a la fiesta. Después nos tendremos que confesar. No seáis aguafiestas.