viernes, 16 de enero de 2009

Como un gorrión



A la memoria de mi padre, quien me enseñó a respetar la naturaleza.


Solía con frecuencia, contemplar a los gorriones (Passer domesticus), pajarito que pertenece a la familia de los passaridae, esta avecilla de un plumaje no vistoso, opaco; de costumbres muy singulares. Fue tanta mi atención por este pajarito que me llevó más adelante a indagar sobre sus costumbres. Los gorriones  según el lugar donde habitan tienen cantos diferentes. La explicación es, que cuando es polluelo y es abandonado por sus padres, suele pegarse a otras aves y adquirir algunas tonadas de ellas. Los gorriones que habitan en el departamento de Amazonas tienen un canto más prolongado que el de otras zonas, su canto es de cuatro tiempos; en cambio, el gorrión costero tiene un canto pobre, de un sólo tiempo.

Un día de otoño, observé que unos gorriones construían su nido al pie de un alero, cerca de las barandas que daban vista al jardín de mi casa. Todas las tardes solía acudir a esas barandas para contemplarlos. De los dos huevos que empollaron, sólo nació uno; los padres se turnaban para cuidarlo, proveyéndolo abrigo y alimento. Me llamó la atención un día, al no ver al padre y así fue en los días siguientes. La madre cantaba desesperadamente, su canto más parecía un chillido, lloraba; el polluelo empezó a languidecer. La madre permanecía quieta a su costado, triste, por la ausencia del compañero. Cuando ésta abandonaba el nido, me parece que lo hacía para buscar a su compañero, al padre de su polluelo, regresaba sin alimento. Aprovechaba yo esta ausencia para alimentar al pichón con insectos que recogía del jardín, también coloqué al costado del nido un pocillo con este alimento, para cuando regrese la madre. Me llené de satisfacción cuando al día siguiente veía a ésta alimentarse con los insectos que les dejé. Mientras ella alimentaba al polluelo, como desde los primeros días, siempre les acompañaba con mi silbido, entonando una canción de Serrat.

El polluelo creció y una tarde emprendió vuelo, después de dos o tres días regresaron juntos en busca de alimento, siempre con las canciones de Serrat; regresaban al escuchar mi canto. Me quede pensado, que no hay razón de ello, yo no era un gorrión, no era el padre de ese gorrión; era un animal de otra especie, o quizás como un gorrión. Dejé de proveerlos alimentos y también de cantar. Pajarita, lleva a tu gorrión! La pajarita llegaba de vez en cuando hasta que un día ya no más volvió. Pero se llevó mi canto por los cielos. Para la gloria de Serrat.

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